Por años pensé que debía romperme el c**o trabajando, sacarme la cresta.
Entendí ese “trabajar duro” como una apología a vivir para trabajar, a sacrificar el sueño, a trabajar fines de semana y feriados. Y mira no. Resulta que no por madrugar amanece más temprano.
¿Y saben qué es triste? 8 horas en una silla, llegar a casa, ver Netflix y repetir. Y no estoy hablando de la paja de ser tu propio jefe, da igual si lo eres o alguien más lo es. Trabajar mejor tiene que ver con uno, no con los demás.
Vengo de un contexto resolutivo, porque aunque ahora esté en una posición de privilegio, no siempre fue así, conozco la sensación de recortar una comida al día porque no hay y una cabeza diciéndote que tienes que trabajar más duro para llegar a fin de mes, donde la única retribución es dinero.
¿pero con qué energía?
¿y qué implica necesariamente trabajar más duro?
Entonces lo entendí, trabajar duro es trabajar mejor, más inteligente
¿Y cómo es eso? Es necesario:
- Conectarnos con nuestros ritmos, entender ese ciclo donde podemos ser mejores haciendo lo que hacemos.
- Aprender a no hacer nada sin juzgarte, no hacer nada es hacer algo.
- Aprender a ver el horizonte sin más, distraer y pausar es necesario.
- Poner límites y tener autonomía en tu propio espacio de trabajo. Tu dinámica es tuya, negociala si trabajas en equipo, pero no cedas a los ritmos y tiempos de otros, porque más allá del proyecto, tú tienes los tuyos.
- La organización es clave para hacerlo mejor (agenda, calendariza, haz listas de tareas).
- Priorizar, es una tarea pendiente siempre. Entender la diferencia entre urgente e importante.
La lista es larga, pero siempre hay que empezar por uno.